Década de los 90
Cambios en las Leyes de Enseñanza y mayor comunión de las Comunidades Marianistas
Comenzó la década de los 90 con el cambio de la ley de enseñanza: la LODE pasa a ser definitivamente la LOGSE. Esto era un continuo reto para el colegio, pues suponía la formación intensiva del profesorado, tanto seglares como hermanas, y de padres. Se tenía que realizar un “Proyecto Curricular de Centro”, para ello, se necesitaba preparación. Se intensificó la formación con los padres a través de conferencias, convivencias, encuentros personales, para trabajar lo más unificados posible toda la Comunidad Educativa.
Los padres seguían colaborando, aunque el estilo había cambiado; a excepción de las familias que apoyaban totalmente y colaboraban desinteresadamente, cada vez se hacía más difícil el trabajo con las familias, en general debido a las características que iba adquiriendo el barrio. El paro, la droga, el desarraigo, la increencia; los conflictos familiares iban creciendo y haciendo mella, y el clima de inestabilidad aumenta. En ese contexto socio-económico-social y eclesial se trataba de trabajar desde la educación humana y religiosa. Se hicieron proyectos para trabajar en la educación para la convivencia y educación de habilidades sociales para alumnos y padres, aprovechando que el año 1994 era el año Internacional de la familia. Tanto el profesorado seglar como las religiosas se formaban continuamente para afrontar esta nueva realidad cambiante.
El XIX Capítulo Provincial, en su segunda sesión (agosto de 1993), decidió que el Colegio asumiera sólo la enseñanza obligatoria, hasta los 12 años. Así el colegio tendría Enseñanza Infantil de segundo ciclo, 3 a 6 años, y los tres ciclos de Enseñanza Primaria. Se hizo la adscripción a otros centros para asegurar el paso de los alumnos a Secundaria sin problemas: podrían pasar al colegio público Pío Baroja o al concertado de San Viator, con la posibilidad de escoger otros.
En 1995, la LOGSE estaba acabando su periodo de implantación, que estableció la enseñanza obligatoria en dos ciclos de Educación Infantil (0-3 años y 3-6 años); tres ciclos de dos años la Enseñanza Primaria (de 6 a 12 años) y dos ciclos de Enseñanza Secundaria (E.S.O.) que va de los 12 a 16 años, aumentando dos años la enseñanza obligatoria. Era una reforma muy cara en cuanto a recursos humanos y materiales y requería gran colaboración de la familias, cosa que no era fácil en la realidad de eses momento, aunque se notaba un interés creciente en los padres más jóvenes.
Se mejoró la infraestructura aprovechando los espacios que había, se hizo una pequeña capilla, se ampliaron la sala de profesores y nuevas tutorías y se puso comedor para alumnos y profesores en el curso 1996-97. A partir del curso 1997-98, se amplió el horario escolar con una hora complementaria con el fin de reforzar y apoyar la educación, así como la situación económica.
A través de un proyecto sobre “Convivir es vivir” que se consiguió a través del Centro de Recursos para Profesores (CPR), se pretendía educar en valores que ayudasen a ir superando, en los alumnos, las dificultades, intentando cuidar la colaboración con los padres y los abuelos, con el fin de incidir más directamente en las familiar a través del colegio. Se cuidó la enseñanza religiosa que encontraba dificultad en el ambiente de increencia del barrio. Se siguió colaborando plenamente en la parroquia con catequesis de Primera Comunión, grupos de tiempo libre, visita a ancianos, Cáritas, trabajo con familiar desestructuradas, consejo parroquial, etc.
Al mismo tiempo, fue creciendo la implicación de la Comunidad en la Familia Marianista: Fraternidades y Ejercicios Espirituales con los seglares.
Se siguió trabajando con el profesorado en la “Pedagogía Marianista”. Se reforzó la pastoral por parte tanto de religiosas como de seglares que participaban en todas las actividades escolares a nivel de pastoral cristiana. A través de antiguos/as alumnas, la comunidad iba constatando cómo la impronta del Carisma Marianista quedaba en muchos de ellos como algo positivo; ese hecho animó la labor que se seguía haciendo a pesar de las dificultades que se encontraban en esos momentos.
En cuanto a la vida comunitaria, la década de los 90 comenzó con una triste noticia: la muerte del P. José María Ruiz, hermano Marianista de Orcasur, quien era toda una institución en el barrio. En la comunidad se sintió fuertemente esta ausencia porque, como un padre, tenía gran empeño en mantener unidas las dos comunidades Marianistas de Orcasitas, la de hermanos y hermanas.
La comunidad siguió su ritmo de trabajo en el colegio, abierta a la misión de la Familia Marianista y a la realidad del barrio. El año 1994, hubo cambio de Arzobispo en la Diócesis de Madrid: Mons. Antonio Mª Rouco sustituyó a Mons. Ángel Suquía. Al año siguiente, salió el nuevo Plan de Pastoral de la Archidiócesis: “Evangelizar en la comunidad de la Iglesia”, que la comunidad-colegio tendría en cuenta para la elaboración de su Proyecto Pastoral, junto con las directrices del XX Capítulo Provincial de las Religiosas Marianistas de (1995), que acababa de celebrarse en San Sebastián.
El 6 de septiembre de 1997, tuvo lugar, en la parroquia de San Bartolomé la Primera Profesión religiosa de Clotilde Fernández del Pozo, quien había hecho su año de prenoviciado en esta comunidad de Orcasitas. Fue otro motivo para reunirse la Familia Marianista.
La Comunidad vive con fuerza, desde su misión, el proyecto renovador que la Provincia lleva a cabo desde 1990. Se acoge a jóvenes en proceso de discernimiento vocacional; también a la Familia Marianista, parroquia, profesores y familiar del colegio, para celebrar la fiesta patronal de la Inmaculada. Es un momento importante del año para la convivencia y encuentro de todos. A lo largo del año, también se realizan encuentros con los hermanos Marianistas y se comparten los retiros de Navidad.
Los tiempos y las realidades sociales del barrio cambian cada vez con más rapidez. La comunidad es consciente de la fuerza de la educación y en ella pone todo su empeño: en vivir abiertas y solidarias a los acontecimientos que nos envuelve, desde el ámbito eclesial, congregacional, político-social, etc., intentando ser signo y presencia del Reino, con una misión concreta: ser comunidad educativa que interrogue allí donde estamos.
Si cuando empezó la obra del colegio la labor de promoción era primordial, hoy hay una urgencia de educar en valores humanos y religiosos que vayan dando consistencia a la persona; urge también el acercamiento a las familias, cuyos problemas no son ya de infraestructura y necesidades básicas, sino de otro tipo de pobreza más profunda.